A veces estamos tan centrados en nosotros mismos, en “nuestros” problemas, en “nuestras” necesidades que perdemos de vista la eternidad.
¿Qué te pasa cuando mueras?
Algunos dicen que no somos nada, que venimos de la nada, y volvemos a la nada. Pero científicamente eso es imposible. La nada no puede dar algo. Y algo no puede ir a la nada. Eso es lo que enseña la ciencia.
Hay otra corriente de pensamiento y de sabiduría que dice que parte nuestra es eterna. Si seguimos esta línea de pensamiento, vale la pena preguntarnos ¿Que pasará conmigo? ¿A dónde iré?
De acuerdo a esta línea de sabiduría hay dos destinos: El cielo y El Infierno. ¿De qué depende el destino al que iremos? Hay un Juez, que evaluará nuestros actos y nuestra conciencia. ¿Y contra qué nos juzgará? Es conocido que Dios nos ha dado una conciencia. Todas las culturas, en todos los tiempos, han sabido que matar, robar, es malo.
También Dios nos ha dado La Ley, que conocemos como los 10 Mandamientos.
Si hoy te juzgará Dios, ¿Te encontraría perfecto? ¿Cuántas veces has mentido? ¿Cuántas veces has robado?
Si has sido perfecto tu destino será el Cielo.
Si has fallado (una o muchas veces, no hay diferencia), tu destino eterno será el Infierno.
Y muchos podemos pensar en un Juez corrupto como nosotros, un Juez que siendo culpables nos tome como inocentes. “Es que eran mentiras blancas”, “es que se me chispoteó”, etcetera. O podemos pensar que porque hemos sido “buenas personas” tenemos un pase directo al Cielo. Pero esto es mentira.
Pero ese Juez es justo y si somos culpables, iremos al infierno.
¿Pero habrá alguien que sea perfecto? Estoy seguro que no. Pero Dios nos da una opción: Si reconocemos que hemos fallado, reconocemos que Dios es nuestro creador y creemos que Jesús es el hijo de Dios que ha pagado por nuestros pecados, Dios toma ese pago, y si Jesús ha pagado por mis pecados, Dios me ve como justo, y puedo ir al Cielo.
¿Y tú, te has preguntado que pasará con tu alma cuando mueras?